Hoy tengo el honor de compartir con vosotros esta entrevista que he realizado a José Carlos Valverde Sánchez, de Morón de la frontera (Sevilla). Es filósofo, escritor, columnista, polemista y colaborador en el programa de radio de la cadena SER «Ser Literarios». Con motivo de la próxima publicación de su libro «Nostalgia: 22 poemas de abril» hablamos de sus sueños, sus miedos, sus grandes vocaciones, también de la polémica y por supuesto, de la poesía...
¿Quién es
José Carlos Valverde Sánchez? ¿Cuáles son sus sueños y sus miedos?
Me tocó ser trabajador, porque en el reparto de la
genialidad llegué tarde. No soy un genio, nunca lo fui. A los ilusos como yo,
que tratamos de alcanzar nuestras metas, no nos queda otra: trabajo.
Mi sueño es ver crecer a mi hija. Mientras eso va sucediendo
me dedico a vivir. Escribo, leo, duerno, bebo. Soy extremadamente pasional. Del
mismo modo, la imposibilidad de hacerlo y el desorden de lo anterior, son todos
mis miedos.
Eres
filósofo, colaborador de «Ser literarios»
en la cadena Ser desde Morón de la Frontera, escritor, ¿cómo se
concilian todas esas profesiones con la familia?
Con su apoyo. Es fundamental para todo. Sin la familia, ni
siquiera la filosofía tendría sentido. Es lo más importante que existe.
Generalmente le resto horas al sueño. Trato siempre, a veces
sin éxito, de tener marcadas unas horas de trabajo. Pero en este sendero
literario hay que ser muy flexible. Demasiado. Prefiero escribir por la mañana,
por ejemplo, llevo años haciéndolo. Intento llevar una vida normal. Es difícil
en cualquier caso.
Háblanos de tus vocaciones, ¿por qué te decidiste por la filosofía a la hora de estudiar
una carrera universitaria?
Siempre tuve claro que lo mío eran las letras. Elegí la
filosofía por mero placer. Soy de esas personas que se morirán estudiando.
Mientras tenga salud, y desgraciadamente dinero, seguiré formándome.
Y la radio,
¿cuáles fueron tus inicios? ¿y cómo definirías tu etapa actual en Ser
literarios?
Fue azar. Cuando publiqué mi primer libro, el director
editorial, Jesús Sánchez, mi compañero hoy en las ondas y pilar fundamental en
mi actividad literaria, me entrevistó como un invitado más. Corría el año 2013.
Entonces existía un espacio llamado “Leer para creer”, que por cierto seguía
con gusto.
Curiosamente no hablamos nada sobre el programa. Nos ceñimos
a la presentación del libro, que sería días más tarde.
Al cabo de unos meses recibí un correo de la dirección. Me
ofrecía colaborar con una pequeña reseña literaria al final del espacio. Acepté
de inmediato.
Fueron pasando los años y en el 2016 cambiamos un poco el
formato. Ahí nace SER literarios. Y comienzo también como columnista en la
cadena.
Otra faceta
tuya es sin duda polemista, pues las opiniones que das últimamente se ven
envueltas en la polémica, ¿crees que hay libertad de expresión real? ¿qué papel
juega la sociedad en la presunta libertad de expresión?
La libertad de expresión está perseguida por todas partes.
El concepto, a veces, falla. Es cierto. Quiero pensar que la transición ha
tenido parte de culpa, que no es cosa de cuatro pajilleros que deciden
machacársela a costa la indignación absurda. Un país que se acostó en dictadura
y que, al abrir los ojos, se despertó en democracia… Tenemos una historia
peculiar y difícil de asimilar.
La libertad de expresión está herida. No hay duda. Pero si
el pueblo quiere libertad de expresión, aunque sea perseguida, habrá libertad
de expresión. Tal como decía Orwell.
Los nuevos censuradores no son otros que los antiguos
censurados. Los que sufrían la represión. Es inexplicable. La libertad de
expresión para ese sector no es un derecho, sino una cuestión ideológica. Si
estás con ellos tendrás libertad de expresión. Si no irás a la hoguera. Son
inquisidores del siglo XXI.
Hace unos meses mi nombre saltó en el Pleno del Ayuntamiento
de mi localidad. El motivo no era otro que una opinión sobre la ideología de
género que redacté para un medio de comunicación. El objetivo, simplemente,
censurar mi comentario y que fuese reprobado por el gobierno local. ¡En pleno
siglo XXI alguien le pide al poder que me cierre la boca! Mientras contesto la
entrevista pienso en los juicios de Salem, en la dictadura franquista. Es un
golpe ridículo al estómago de la sociedad actual.
Afortunadamente no lo consiguió. Aunque en ningún momento me
planteé pedir disculpas. No lo haré jamás. Es ridículo.
En tu
columna semanal reflejas tus opiniones y las polémicas correspondientes,
cuéntanos cuando surge y a raíz de que, ¿fue a causa de un hecho en concreto, o
un cúmulo de situaciones?
Siempre he sido un tipo inquieto. Muy pasional. Creo que
todo escritor tiene un halo de responsabilidad y está obligado a cumplir con la
sociedad.
Hay escritores que prefieren mostrar en sus textos su carné
de la moralidad, eligen exponer constantemente lo buenas personas que son. Ese
sector buenista es el más egoísta y
narcisista de todos. Analiza ese oleaje social y se sube rápidamente. Entiendo
que es lo más fácil, una moda. Y eso le llena el bolsillo de euros, que al
final es lo que cuenta. Jamás darán una vuelta de tuerca a nada, no
aportan. Pero su careta dice: “soy buena
persona”, y eso vende. Son listos. En el amor y la (literatura) guerra todo
vale.
Yo no, yo soy un verdadero hijo de puta. Me gusta serlo.
Cuando veo las cosas demasiado claras me alejo, empiezo a dudar. Reflexiono. Leo,
investigo. Me intereso. Mi lugar está en la incertidumbre. No me van las mentes
parciales y a la carta. Esas que solo denuncian según su beneficio ideológico.
Esos moralistas son capaces de hablar de las necesidades de Oriente, pero
olvidan al vecino del quinto que le acaban de cortar la luz y tiene dos hijos.
No es justo. Todas estas cosas me rondan la cabeza cada vez que escribo una
columna de opinión.
Dentro de
poco sale publicado tu próximo poemario «Nostalgia: 22 poemas de abril» con la
editorial círculo rojo, ¿qué es para ti la poesía?
La poesía es la forma más hermosa de verosimilitud que
existe. Decía Aristóteles que la historia cuenta lo que sucedió, la poesía lo
que debió de suceder. Y eso es fascinante. Ese momento único, de enfrentarte al
papel en blanco, te hace sentir como una especie Dios. Me gusta esa sensación.
Reconozco que no soy un escritor de poesía, aunque he
escrito mucha en mis inicios. Pero la respeto demasiado. Soy un prosista casi
radical. Mi poemario está escrito en prosa poética, un género prácticamente
moderno que se asemeja mucho al microrrelato. Existen muchas teorías que
tratan, sin éxito, de diferenciar una cosa de otra. Es casi imposible.
Cuando hablo de mi próximo trabajo no lo siento como un
poemario. Me he tomado la libertad de bautizar mis textos como canales en prosa
poética. Quizá sea una manía, o una estupidez, pero siento esta obra como un
túnel de sensaciones. Un viaje hacia el color.
No es la
primera vez que publicas en círculo rojo, ¿cómo es la experiencia de publicar
con la editorial líder de autoedición del país?
Es humana y cercana. Me gusta sentir el respaldo del editor.
Cualquier escritor lo necesita, desde luego.
Creo, sinceramente, que la autoedición es el futuro. Nadie
mejor que tú para pelear por tu trabajo. Decides, trabajas en tu propio
proyecto más allá de la escritura, te involucras al máximo, y formas parte del
proceso en todo momento. Es importante, y enriquecedor, ir paso a paso y
conocer el funcionamiento de cada fase en la edición.
He tenido varias ofertas de edición para publicar con otras
editoriales, y no lo descarto en un futuro, pero soy leal a mi experiencia. Me
fue bien con mi anterior trabajo y espero que sigamos en esa senda. Aunque
siempre estoy abierto a escuchar.
Si los poetas antes eran perseguidos, hoy en
día parece que es la asignatura pendiente de los lectores, ¿por qué crees que
ocurre?
No lo sé, imagino que las tendencias también afectan al
lector. Como todo. Ya sucedió en este país con el teatro, que ha recuperado un
gran número de lectores afortunadamente.
Quizá el relato corto y las obras breves han tomado cierta
ventaja en detrimento de la novela rocosa y la profundidad de la poesía. El
golpe rápido y certero está de moda. Prueba de ello es el auge de las series.
La vida marca una velocidad y el lector forma parte de esta espiral de sucesos
vertiginosos. Todo tiene que ir muy rápido. La poesía requiere profundidad,
tranquilidad, calma… Tal vez esté ahí la diferencia. No lo tengo del todo
claro.
Este nuevo
poemario es muy personal, sin duda escribir es de las mejores terapias que
existen y así lo reflejas, ¿qué les dirías a los lectores para que se animen a
leerlo?
Que se atrevan a reflexionar. Que acepten las despedidas y
los encuentros como ciclos personales. Hablar de tabúes es perder cierto miedo
a la vida y, también, a la muerte. Pero sobre todo significa ser libre. Es muy
difícil, porque cuesta demasiado decir adiós.
Este poemario es de todos los lectores. Está escrito para
que cualquier persona lo haga suyo. Se describen historias mundanas,
cotidianas; despedidas y encuentros; tristezas y alegrías; oscuridad y luz.
Cualquiera verá reflejada su historia. Tiene una forma y estilo extremadamente
versátil.
Para terminar quiero agradecer a José Carlos Valverde Sánchez la entrega y sinceridad a la hora de responder a las preguntas de esta entrevista.
Reseña:
La vida es un ciclo constante que pasa por todas las vivencias y emociones. No hay nada más trágico que la pérdida de un ser querido, es algo que no se olvida pero se acepta con un halo de nostalgia que te acompaña toda tu vida. Por la contra, nada más mágico y maravilloso que un nuevo nacimiento, el relevo.
La vida es así, hecha de luces y de sombras. de momentos trágicos y momentos maravillosos. Tenemos toda la vida para aprenderlo. Dice Jostein Gaarder que no se puede entender una cara de la moneda sin aceptar que existe otra, y así es.
Un proceso de aprendizaje que se ve reflejado en este precioso libro a través de sus canales poéticos; pequeñas joyas que sacan a relucir los ciclos constantes de la vida: de la oscuridad a la luz, del solsticio del frío y oscuro invierno a la llegada del calor y la luz.
El libro, cargado de lirismo y acompañado de las hermosas ilustraciones Paco Ortega, nos muestra la catarsis que vivió el propio autor para llegar al aprendizaje de que la vida es un ciclo sin fin.
Recomiendo este libro, muestra de la valentía y generosidad del autor porque es un libro que te invita a reflexionar y te facilita el aprendizaje de la vida.
Su autor nos habla de sentimientos muy profundos. Algunos de ellos hoy en día se han desnaturalizado hasta el punto de que la gente se esconde en sí misma y se han convertido en grades tabúes.
José Carlos nos hace ver la importancia de trabajar la importancia de trabajar hasta aceptar y canalizar estos sentimientos, pues solo después de ver la oscuridad se aprecia mejor la luz.
Por último, quiero dar las gracias a su autor por darme la oportunidad de descubrir este libro y permitirnos a todos entrar en su corazón.
Normalmente, las personas tendemos a ocultar nuestros sentimientos, por miedos y vergüenzas, pero cuando nos abrimos a los demás, la realidad es tan fuerte que traspasa y las personas responden de forma maravillosa.
Nada más que desearle todo el éxito del mundo e invitaros a leer a José Carlos Valverde Sánchez, no os defraudará.
Concluyo compartiendo con vosotros un fragmento de «Nostalgia: 22 poemas de abril»
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