sábado, 13 de marzo de 2021

María Luz Morales. Periodismo a fuego lento.

 

En el valle, ya en la noche, mientras los niños duermen, a la luz de mi portátil pienso en las palabras de la escritora y pionera Espido Freire en una charla virtual moderada por Marina Beckett y la autora Vanesa Montfort. Contaba Espido que cuando estudiaba no le enseñaron mucho sobre autoras, exceptuando a las más conocidas. A raíz de ello decidió hacer una búsqueda personal y descubrió su conexión con las autoras anglosajonas, como dice ella, quizá porque estudió filología inglesa. Antes de escuchar esa charla mi idea de como participar en este concurso era escribir un relato quizá sobre Emilia Pardo Bazán, ahora que estamos en su bicentenario y en pleno conflicto con la familia Franco y el Pazo de Meirás. Pero las palabras de Espido me dieron que pensar y le di una vuelta de tuerca a la idea original. Ya no sería un relato sobre una autora tan presente en la actualidad, sino que iniciaría mi propia búsqueda. No dudé en buscar entre las autoras gallegas y así descubrí a María Luz Morales Godoy. Sí, reconozco mi desconocimiento e hice un testeo con personas de distinta edad y formación. Fue desconcertante averiguar que muchos no sabían de quien hablaba. Entonces no solo cambió el objetivo de este texto sino la forma, y lo que iba a ser un relato sobre alguna autora todavía muy en vigor, se convirtió en un testimonio sobre el inicio de una investigación.


Sin más dilación, resumo la información que encontré:

María Luz Morales Godoy nació en 1889 en La Coruña, fue escritora y pionera en el periodismo cultural. No se definía como feminista, ella decía «Ni feminismo ni masculinidad. Hombres y mujeres, personas, como Dios nos ha hecho». Sin embargo allanó el trabajo de las mujeres en el periodismo cultural y la escritura. Hay una biografía sobre ella escrita por María Ángeles Cabré en la que explica que María Luz se hizo periodista cultural en la cocina de su casa, pues no había otro lugar en España para que las mujeres pudieran fraguar sus vocaciones.

En tiempos en los que había que escoger entre tener marido o empleo ella no solo escogió lo segundo, sino que estudió Filosofía y letras y decidió ser escritora para poder llegar a convertirse en periodismo. Empezó la carrera de periodismo con la revista femenina Hogar y moda y logró hacerse directora de la misma. A sus 25 años ya era periodista.

En 1923 envía unos ensayos sobre Don Juan y sobre teatro de los niños. Su calidad literaria la lleva hasta el periódico La Vanguardia. El año siguiente, cuando el cine era todavía considerado un espectáculo menor, se hace cargo de las páginas de un género no acreditado, la crítica cinematográfica. Irrumpe así en las páginas del diario su firma en la novedosa sección semanal Vida cinematográfica, con el seudónimo galdosiano de Felipe Centeno. pues considerando la columna una colaboración sin importancia, decide acuñarlo inspirada en un personaje de Benito Pérez Galdós. La periodista pasa a ser una redactora más, la única mujer en la redacción de La Vanguardia. Después pasa a ocuparse de la crítica de teatro, más valorada y mejor vista. Ahí firma ya con su nombre.

Gracias a su talento se incorporó como asesora literaria de la Paramount. María Luz no se limitaba a traducir los textos, sino a escribir los diálogos y adaptarlos a la fonética española. A su vez colabora con el diario madrileño El Sol, el periódico de la intelectualidad, haciéndose cargo de la página femenina La mujer, el niño y el hogar hasta el cierre del mismo.

Preside en Barcelona la Residencia Internacional de Señoritas Estudiantes, en 1931. Se implica en el Conferentia Club de Isabel Llorach y traba amistad con autoras de la talla de Gabriela Mistral, y continúa escribiendo. Con el estallido de la guerra civil, el gobierno de la Generalitat decreta la incautación de algunos periódicos entre los que se encuentra La Vanguardia que queda bajo el control de un comité obrero CNT-UGT constituido el 19 de julio de 1936.

El ocho de agosto el comité del diario decide nombrar directora a María Luz, única mujer de la redacción. Sus representantes van a su casa suplicándole que acepte el cargo. Advertida por sus amigos Carles Soldevila y Tomás Garcés de que era más peligroso decir no que aceptar el puesto, toma su determinación: «Accedo pero con una condición. Conozco perfectamente la técnica del periódico. Tendré cuidado de la marcha de la redacción… Pero si acepto es solo con carácter provisional. En cuanto a la parte política, tiene que llevarla otro. Yo sólo haré periodismo» afirmó. No puedo evitar pensar cuantos periodistas dirán lo mismo a día de hoy.

Al día siguiente las páginas del diario proclamaban su nombramiento: La victoria franquista de 1939 la lleva a permanecer 40 días encarcelada en un convento de Sarrià. El nuevo régimen también la priva de su condición de periodista. En ese momento inicia su exilio interior durante el que, incansable, sigue escribiendo, bajo los pseudónimos de Ariel y Jorge Marineda. Publica una de las primeras historias del cine en castellano y colabora con la Editorial Araluce en la adaptación de varios clásicos para el público infantil dirigiendo la colección Las obras maestras al alcance de los niños, que reunidos de su mano con el propósito de que los lectores dieran, como dijo ella «un sentido nuevo y vivo», son declarados por real orden de utilidad pública.

Esto no se va a quedar aquí. Leeré más sobre la historia apasionante e inspiradora de esta mujer. Creo que la primera mujer que dirige un periódico en este país merece que se ponga en valor de nuevo.

Apago el portátil por hoy, hora de descansar. Todavía en duermevela, las palabras bailan en mi mente, sigo pensando en la figura de María Luz y en una curiosa coincidencia: María Luz Morales fallece el 22 de septiembre de 1980, mi hija Luz nace un 22 de septiembre de hace ya casi cinco años...

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