Dolores Conquero publica El dolor de los otros en marzo de 2025 con la editorial Cuadernos del Laberinto, dentro de su colección «Anaquel de Pensamiento». El ensayo fue galardonado con el V Premio Internacional Cuadernos del Laberinto de Pensamiento en 2024.
El dolor de los otros no es solo un catálogo de hechos ni una crónica del sufrimiento ajeno, es la historia de la crónica negra de la sociedad contemporánea, pero desde un ángulo muy particular: no es un relato frío o documental, sino una reflexión ética y estética sobre cómo esa crónica afecta nuestras emociones, nuestra conciencia y nuestra responsabilidad.
Escribo esta reseña cuando el mundo es un hervidero de guerras visibles e invisibles. Gaza se hunde bajo los escombros tras meses de ofensiva militar. Ucrania resiste en un frente congelado por el desgaste y el horror. En Sudán, las balas y el hambre estallan a la vez. En Nigeria, Pakistán o la India, los cristianos son perseguidos en medio de un silencio cómplice o indiferente. Yemen vive una guerra sin final. Haití ya no parece un Estado, sino una herida abierta. Y a estas tragedias se suman las otras, más pequeñas o más silenciadas: la violencia sexual sistemática, los desplazamientos forzosos, los crímenes contra minorías, las matanzas que ni siquiera llegan al telediario.
¿Cómo gestionamos todo eso? ¿Qué hacemos con ese alud de información que nos atraviesa y, a la vez, nos anestesia?
Dolores Conquero traza un recorrido por la historia de cómo se nos ha mostrado —y ocultado— el sufrimiento. Desde los testimonios de la escritora Edith Wharton durante la Primera Guerra Mundial, pasando por los albores del fotoperiodismo, hasta la inmediatez actual, donde basta un clic para acceder a una tragedia en directo. Somos la primera sociedad que lo ve todo, casi al instante, con una abundancia de detalles que roza la saturación.
El término infoxicación, que acuñó el físico Alfonso Cornellá en un libro del mismo título —y que menciona Dolores Conquero en este ensayo—, hace referencia precisamente a esa sobrecarga informativa. La información nos bombardea a todas horas y en todos los formatos, y puede llegar a dañarnos. De ahí ese término: «uno está infoxicado cuando siente que no puede manejar toda la información que cree que debería manejar, cuando no puedo absorberla»
En este ensayo,Conquero dedica también una reflexión crucial a la ética de mostrar los cadáveres. Y lo hace con una escena icónica:
«La otra torre, Ricardo. Un avión se ha estrellado en la otra torre.»
La frase, pronunciada en directo por Matías Prats el 11 de septiembre de 2001, marcó un antes y un después en la representación mediática del horror. Por primera vez, millones de personas compartían en directo el espanto: cuerpos cayendo, humo devorando la ciudad, el fin de la inocencia televisada. Aquel día, los medios se enfrentaron a un dilema ético: ¿mostrar o no mostrar los cadáveres?
Las órdenes llegaron pronto: ocultar los cuerpos. Se instauró un pudor visual que, con el tiempo, se volvió norma. Las imágenes existen, pero casi nadie las ha visto. Se archivaron. Se decidieron invisibles.
El ensayo no se limita a denunciar este tipo de decisiones. Conquero propone una meditación profunda sobre cómo miramos el sufrimiento ajeno. Nos pregunta qué sentimos, cómo consumimos esas imágenes, cómo las evitamos o las convertimos en rutina. La empatía no es aquí un valor dado, sino una emoción frágil, expuesta al desgaste, la manipulación y el autoengaño.
¿Y qué pasa cuando el dolor es nuestro y no de los otros? El psicólogo Jean Decety se vale de imágenes por resonancia magnética para valorar lo que sucede en el cerebro de alguien que reacciona al dolor ajeno y las compara con el aspecto que ofrece el cerebro cuando es el propio sujeto el que sufre el dolor. El resultado es esclarecedor y sorprendente. Imaginar el dolor ajeno activa las mismas áreas cerebrales que experimentarlo en carne propia.
En el capítulo Empatía versus compasión, la autora aborda la complejidad de nuestras reacciones. Sentir rechazo, repugnancia o indiferencia ante el dolor de los demás también es humano. El escritor Javier Marías lo recordaba citando a Rafael Sánchez Ferlosio, que metía el dedo en la llaga: muchas veces usamos la palabra solidaridad cuando deberíamos usar caridad. Conquero subraya que una misma persona puede, en distintos contextos, ser profundamente la más empática y la más deleznable.
El uso de las imágenes de guerra a lo largo de la historia, la conmoción y la reacción que podían provocar en la población, ya fue tratado en los libros de la fotógrafa y escritora Susan Sontag, Sobre la fotografía y Ante el dolor de los demás, a los que Dolores Conquero se refiere al principio de este ensayo. Su declaración sobre las imágenes que encontró en una librería de Bergen-Belsen y Dachau a los doce años, contenida en Sobre la fotografía y recogida por Dolores en este ensayo, es profundamente reveladora, tanto para entender seguramente su trayectoria, como representación de la sociedad de la época.
«Nada de lo que he visto —en fotografías o en la vida real— un efecto jamás de un modo tan agudo, profundo, instantáneo (...) me sentí irrevocablemente desconsolada, herida, pero una parte de mis sentimientos se empezó atiesarse; algo murió, algo gime todavía».
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Cita, además, ejemplos reveladores del impacto que ciertas imágenes han tenido sobre figuras públicas. La filósofa Simone Weil, aún estudiante, lloró al enterarse de una hambruna en China. El ministro Jorge Semprún, superviviente de Buchenwald, se enfrentó años después, en un cine, a imágenes de campos de concentración y no pudo soportarlo. La reina Letizia cuando tenía trece años vio la tragedia de la niña Omayra en televisión, y muchos años después dijo «a mí me sigue estremeciéndose día de noviembre de 1985».
También diserta Dolores Conquero sobre la responsabilidad de los medios en la alarma social que se crea con las noticias, desde la amenaza nuclear a los riesgos de la inteligencia artificial. Otro hecho que destaca es cómo la llegada de las redes sociales ha quitado el monopolio de las noticias a los medios convencionales.
Algunos medios de comunicación han entendido la necesidad de ofrecer contenido positivo, de no olvidar que hay noticias amables que también pueden captar la atención de la gente. Pero las redes sociales y la llamada guerra del click juegan en su contra. Algo importante es poder pasar de la información a la acción, no limitarnos a recibir de esta manera pasiva; así nos sentiríamos menos dominados por la impotencia. También es importante aprender a dosificar la información. El reto, en todo caso, es buscar el equilibrio entre la necesidad de protegernos en nuestras responsabilidades como seres humanos
Dolores Conquero no escribe para informar, sino para activar. Su escritura es una mediación entre las imágenes que nos desbordan (crisis migratorias, guerras, abusos) y el pensamiento que aún puede protegernos. No impone, pero guía. No sermonea, pero incomoda. El suyo no es un ensayo expositivo al uso: rehúye del sistema académico, los grandes desarrollos. Cada capítulo es una entrada breve, a veces apenas una página, que resuena como una nota sostenida en el silencio. La estructura recuerda más a una composición de cámara que a una lección universitaria.
No hay obsesión por demostrar, sino por implicar. Cada idea es una pregunta, no una respuesta. Cada página busca que el lector decida qué hacer con lo que ha leído, qué tipo de espectador —y de ser humano— desea ser.
El dolor de los otros no busca conmover, sino reconfigurar la mirada. No es un libro de denuncia, sino de frontera: entre saber y sentir, entre mirar y actuar. Un texto que se lee con el cuerpo en tensión, como quien camina sobre cristales. Sus 96 páginas no pretenden abarcarlo todo, pero condensan una intensidad que pocos ensayos logran. Como una herida que aún supura bajo la pantalla.
Dolores Conquero
Castro Urdiales, Cantabria) es periodista, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Escribió durante diez años en todos los suplementos de El País, donde se especializó en entrevistas y reportajes, y ha sido Jefa de sección en la revista Marie Claire y de Edición en Mía. También ha ejercido puntualmente como guionista de televisión (Todos los hombres sois iguales, Versión española) y colaborado en publicaciones especializadas de cine como Nickel Odeon. En 1997 obtuvo el accésit del Premio Gerardo Diego de Poesía, concedido por los poetas José Hierro y Claudio Rodríguez.
Es autora de los libros ¡Filmando! Seis maneras de hacer cine en España (Nuer), Amores contra el tiempo (Planeta) y Soñé en La Habana. Ha participado en el libro Sean Connery: el hombre que dijo nunca jamás, y en las antologías de relatos Amores canallas y Eros y periodismo. En 2021 publicó su poemario Antes de despertar (Cuadernos del laberinto).
En 2024 se alzó con el V Premio Internacional Cuadernos del laberinto de Pensamiento, 2024 con el ensayo El dolor de los otros.
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